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1753-prologo

Solía pensar que algún día tendría relaciones sexuales.

 

Pensamientos vagos como querer estar con alguien más seguían apareciendo en mi cabeza.

 

Porque la gente siempre hace esas cosas.

 

Normalmente no me importa y no quiero pensar en ello, pero la gran mayoría de la gente a lo largo de la historia siempre lo ha hecho.

 

Todo el mundo nace así.

 

Ya fueran mis padres, mis abuelos o incluso mis antepasados, todos en la familia tuvieron que pasar por esto. Continúan el linaje hasta el día de hoy, y eso me incluye a mí.

 

La vida de pareja es realmente difícil de describir.

 

Este acto noble y sagrado “el nacimiento de un niño”.

 

Es algo muy especial, pero también muy ordinario.

 

No importa cuántas palabras se utilicen para describirlo, sigo teniendo la sensación de que siempre es algo muy nuevo, pero llamémoslo “dar a luz” por comodidad.

 

No, en realidad no hay diferencia.

 

Sea lo que sea.

 

Inconscientemente he soñado e imaginado que algún día tendría un hijo.

 

A pesar de haber estado soltera durante tantos años, siempre sola y solitaria, seguía teniendo ese sueño.

 

Como si fuera algo muy cotidiano.

 

Quizá en el futuro me case con el verdadero amor de mi vida, los dos vivamos cosas especiales, concibamos el fruto del amor, construyamos una familia amorosa… Este plan del futuro es muy parecido a mi sueño ideal, y yo misma me he hecho todo un cuadro para él.

 

En fin,

 

Cuando pensé en esas cosas…

 

Entonces el egoísmo, la degeneración moral de mí misma se hizo evidente, y ni siquiera podía imaginarlo.

 

“…”

 

Mi cuerpo se sentía caliente.

 

Mi mente estaba confusa.

 

Estas emociones surgían de mi interior como si quisieran quemar todo mi cuerpo. No sabía si me sentía excitada o culpable.

 

———–

 

Dentro de la habitación 302 de un Hotel del amor de Tokyo.

 

Había un hombre y una mujer abrazados en la cama.

 

Uno de ellos era yo, y la otra era mi jefa, Monou-san.

 

Ella es mi jefa.

 

No sólo era seria en su trabajo, sino también muy estricta con sus subordinados. La conocían como “La Reina”, y algunos empleados de la empresa le tenían mucho miedo, pero al mismo tiempo era alguien a quien yo admiraba.

 

Ahora estaba con esta mujer.

 

Nuestros cuerpos se tocaban.

 

“Monou… Monou-san, quiero meterla”.

 

“Um…”

 

Monou-san respondió.

 

Su voz era muy suave y débil, la firmeza que normalmente se oía en su voz parecía haber desaparecido.

 

Estábamos casi fusionados.

 

No había nada que nos separara.