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1808-capitulo-04-juntos

En el tren bala de camino a casa, Akane volvió a sentarse junto a Saito. Debía de estar increíblemente cansada porque se había quedado dormida mientras estaba sentada. El smartphone que tenía agarrado entre las manos casi se le cae porque se le relajó el agarre. Fuera de la ventana del tren, veían pasar las montañas y los campos. A pesar de que Saito debería aburrirse sólo de mirar esto, ya que no le aportaba ningún valor o conocimiento como los libros, hoy podría quedarse mirando el paisaje para siempre. Justo cuando se preguntaba por qué, una suave sensación le tocó el hombro. Akane se había inclinado sobre su asiento, mientras respiraba débilmente.

Podía sentir que el corazón se le aceleraba. No había podido verla desde que se marchó de su casa, pero la cara de Akane mientras dormía era tan adorable como siempre. Le faltaba todo el vigor y la intensidad de cuando estaba despierta, con sus labios rojos entreabiertos como los de una niña pequeña. Seducido por su cara dormida, Saito sintió el impulso de tocarle la mejilla con el dedo. Pero no era sólo la mejilla. Quería tocarle todo. Ella debía estar experimentando un sueño porque un débil murmullo escapo de sus labios.

— Mhm… Saito, tonto… Esta vez, definitivamente ganaré…

— … No, ya has ganado – Murmuró Saito con una voz baja que nadie más podía oír.

Tenía que aceptar sus propios sentimientos. Desde el día en que Akane se había marchado de su casa, sentía el pecho vacío, como si alguien le hubiera arrancado el corazón. El solo hecho de que ella cocinara podía llenar todo su cuerpo de felicidad. Que una simple conversación con Akane podía animar y darle vida a su día. Y que estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta con tal de ver la sonrisa de Akane. Todo esto—— era amor.

Como Saito nunca había desarrollado sentimientos románticos hacia alguien, este sentimiento le resultaba todavía tan desconocido, pero no podía negarlo por más tiempo. El hecho de que aún no hubiera firmado el formulario de divorcio que ella le había dado era prueba suficiente de que no quería que su relación terminara. Sin darse cuenta, se había enamorado de la chica que tanto despreciaba. Pero… ¿realmente la despreciaba? ¿o sólo estaba asustado?

—— ¿Asustado…? ¿asustado de qué?

Las palabras que surgieron en su mente hicieron reír a Saito. Akane era estricta y dura en apariencia, pero no era tan malvada como para hacerle daño a alguien, así que no había necesidad de asustarse. Al final, sólo tenía que elegir el método simple, lógico y eficaz de sugerirle que volvieran a vivir juntos. Eso era lo que él pensaba, más, sin embargo…

☆☆☆

El tren llegó a su destino, así que Saito y los demás se bajaron en el andén. Pasada la taquilla, acordaron separarse. A Himari la buscaron su padre y su madrastra y la llevaron a casa a comer. Shisei subió a la limusina de Rui y se marchó también.

— Bien, nosotros también deberíamos irnos.

Akane se paró junto a Maho mientras le dirigía una rápida mirada a Saito, aparentemente poco dispuesta a separarse. Tiró de su maleta mientras le daba la espalda a Saito y comenzaba a caminar.

— Esper——

Saito intentó detenerla, pero su cuerpo no se movía. Sus piernas parecían encadenadas al suelo, ya que ni siquiera podía alcanzarla con la mano. Su lengua estaba pegada a su garganta, no permitiéndole pronunciar palabra alguna.

—— ¿Qué… qué está pasando…?

Saito estaba de nuevo confundido por sus propios sentimientos. Estaba asustado. Totalmente aterrorizado, inclusive. Todo su cuerpo temblaba, mientras luchaba por mantenerse en pie. Cuando consideró la posibilidad de ser rechazado por Akane, sintió el impulso de vomitar, junto con el sudor brotando de todo su cuerpo. Fue como si un miedo en su interior lo hubiera pintado todo de negro, dejando sólo la nada a su paso. Una puerta se abrió a sus pies, tragándoselo entero. Sólo respirar ya le costaba bastante, y sentía como si le estuvieran destrozando los pulmones. Le dolían los ojos a Saito, que se rascaba el pecho. Mientras su visión se volvía oscura y nublada, apenas podía ver a Akane alejándose.

Lo único que surgió en su mente fue un recuerdo de hace mucho tiempo. Un recuerdo que quería olvidar, pero no podía. Cuando les entregó a sus padres el documento en el que se detallaban las clases abiertas con participación de los padres. Cuando su madre se lo quitó de la mano de un manotazo y su padre lo pisó, para luego desaparecer en la noche. Por aquel entonces, Saito aún intentaba llevarse bien con ellos. Sin embargo, ni una sola vez se molestaron en mirar hacia él. Estaban resentidos con él y nunca le mostraron cariño. Nunca lo abrazaron, ni se tomaron fotos con él, ni siquiera le sonrieron.

Y, por eso… Saito se había rendido. No importaba cuánto lo deseara, al final todo era inútil. Así que dejó de hacerse ilusiones. Renunciando a formar cualquier tipo de vínculo. Aceptando que no había ninguna persona en este mundo que lo reconociera. Después de todo, incluso sus propios padres negaban su existencia. Así que Saito dejó de tener expectativas. No esperaba nada, ni deseaba nada, ni se apegaba a nadie. Todo era como un mecanismo de relojería, un intercambio de piezas rotas. Todo era inútil, todo carecía de sentido. Eso es lo que él creyó todos estos años.

—— Y, por eso… nunca me había enamorado.

Si no tienes esperanzas ni expectativas desde el principio, nunca podrás sentirte decepcionado. Si no te enamoras, no puedes ser traicionado [1]. Sin embargo, Akane era diferente. Ella era el polo opuesto. Ella era como un cúmulo de pasión. Pegada a Saito, sin rendirse nunca, sin importar cuantas veces perdiera. Juró vencerlo algún día, permaneciendo a su lado, aunque él no se molestara mucho con ella. Peleaban entre ellos, chocaban con sus emociones, y ella siempre se enfrentaba a Saito de frente. Por mucho que se resintieran, sus lazos eran absolutos.

Y esta fuerza suya era lo que hacía que Saito se sintiera atraído por ella. Debido a que ella mostraba tanta pasión hacia él, él también podía mostrar un nivel de afecto hacia ella. Nació el deseo de estar con ella. Ella siempre le había ofrecido una mano a Saito, así que él no podía dejarla ir. Si perdía a Akane ahora, probablemente nunca sería capaz de amar de nuevo.

☆☆☆

Durante la pausa del almuerzo en el aula, Saito estaba sentado en su pupitre mientras miraba a Akane. Ella estaba bañada por la luz del sol que entraba por las ventanas, hablando con Himari. Como ellas dos solían hablar durante el recreo, Saito no encontraba la oportunidad de hablar con Akane. Pero unos cinco minutos antes de que terminara el recreo, Himari fue llamada por una chica de otra clase.

—— ¡Ahora!

Saito vio su oportunidad y se levantó. Se colocó detrás de Akane para no permitirle ninguna vía de escape, acercándose lentamente a ella.

… Akane.

— ¿¡Eeeek!?

Akane se dio la vuelta, sobresaltada, blandiendo su mano plana hacia él como acto reflejo. No, no era algo tan débil como una mano plana. Usó su mano como un cuchillo y la blandió contra Saito, que apenas la esquivó. Dicho esto, algunos mechones de cabello tuvieron que morir por eso.

— O-Oh… ¿Eres solo tú? No me sorprendas así, pensé que iba a morir…

— ¡Esa es mi línea!

Su corazón latía agresivamente. Ya estaba bastante nervioso, así que una batalla que pusiera en peligro su vida no estaba en su lista de lo que necesitaba.

— ¿Qué pasa? ¿Necesitas algo? – Akane se revolvió el cabello y lo miró.

Ser testigo de un gesto tan lindo sólo hizo que Saito se sintiera aún más nervioso. Su voz terminó más aguda de lo habitual.

— ¿Noco?

— ¿Coco? Pero me gustan las fresas, ¿recuerdas? – Akane ladeó la cabeza.

— ¡No estoy hablando de frutas! Se trata de la casa-

— Si quieres plantar frutas, lo mejor son las fresas. Construye un invernadero y podrás comer fresas todo el año.

— Como he dicho, ¡No hablo de frutas!

— Pero yo quiero hablar de frutas. Las fresas son deliciosas.

— Tú…

Saito se agarró la cabeza. Justo cuando consiguió reunir la determinación para hablar de algo importante, ella no se dio cuenta en absoluto. En su lugar, buscó [Fresas que puedes cultivar tú mismo] en su smartphone, mostrándoselas a Saito.

—— Es decir, es increíblemente tierno por su parte, ¡Pero, aun así!

Ver incluso una situación así bajo una luz positiva hizo que Saito se diera cuenta de hasta qué punto había sido envenenado por Akane.

— Oye, ¿Saito? ¿me estás escuchando? Sabes, espero que algún día puedas hacer un plato de fresas con mi nombre——

— ¡Akane!

— ¿¡Eep!?

Saito la agarró por los hombros, ante lo cual, sus ojos se abrieron de sorpresa.

— ¿Ahora qué…? Tu cara da… miedo…

— Yo…

Saito intentó formar las palabras que quería decir, pero sus compañeros se dieron cuenta de lo que estaban haciendo.

— Oh, ¿están teniendo otra pelea?

— ¡Es la hora de la guerra!

— ¡Echaba de menos a este dúo cómico!

— ¡Hazlo, Houjou!

— ¡Apuesto por Sakuramori lanzando a Saito fuera del aula!

En un abrir y cerrar de ojos, una multitud se había reunido a su alrededor, filmando a los dos con las cámaras de sus teléfonos. No era una situación que permitiera una discusión racional. Saito escapó inmediatamente del aula y, aunque algunos estudiantes corrieron tras él, no tuvo tiempo de preocuparse por eso. Se escondió en un baño cercano y trató de controlar su respiración.

—— Que absurdo.

Saito sólo podía reírse de lo desesperado que estaba. ¿Por qué él, un genio y el mejor de toda la escuela, se tambaleaba tanto cuando se trataba de una sola chica? ¿por qué luchaba por pensar con claridad y actuar racionalmente? No obstante, ¿podrías decir realmente que estás vivo si nunca te ríes de ti mismo una o dos veces?

☆☆☆

Una vez terminadas las clases, Akane tenía un turno en la cafetería junto con Himari, que le acababa de dar otro pedido de un pilaf [2]. Mientras trabajaba en eso, Akane se encontraba constantemente echando un vistazo a las mesas fuera de la cocina. Por alguna razón, Maho se había pasado hoy por allí, jugando a las cartas con Shisei en una mesa de la esquina. Eso estaba bien. Puede que Maho estuviera hambrienta de la atención de su hermana mayor, pero era una buena chica y no se entrometía en el trabajo. El verdadero problema… era que Saito también estaba allí. Y últimamente se pasaba por allí casi todos los días. Akane sabía que no era de los que frecuentaban los cafés, pero, sin embargo, se sentaba en la esquina del mostrador, leyendo un grueso libro. Incluso pedía café con leche, y mientras se lo tomaba, mordisqueaba chocolate.

—— ¿H-Ha venido aquí… a verme?

Akane se adelantó a los acontecimientos, pero rápidamente sacudió la cabeza para librarse de semejante fantasía. Precisamente Saito nunca haría algo así. De ser así, ¿quizás vino a ver a Himari? ¿o tal vez a Maho? No lo sabía, pero estaba segura de que no podía ser ella. Miró hacia él, encontrándose con los ojos de Saito, que había apartado la vista de su libro por un momento. Inmediatamente, apartó la mirada, cambió de posición y se puso el libro delante de la cara para bloquear cualquier visión de Akane.

—— ¡No tienes que ir tan lejos, ¿sabes?!

Akane hizo un puchero de frustración. A pesar de que Saito había estado viniendo a este café casi todos los días, ni una sola vez habló con ella. Incluso si se producía una conversación, por lo general se detenía después de tres o cuatro líneas, nada de lo que realmente pudiera presumir. Por supuesto, Akane podía hablarle ella misma, pero no sabía qué tema abordar para que él se divirtiera siquiera. La última vez que ella empezó a hablar de frutas y fresas, él llegó a agarrarla de los hombros con rabia. Qué fastidio, en realidad, ya que Akane podía hablar de fresas durante horas.

— ¡Akane! ¡Se te quema el arroz!

— ¿¡Waaah!?

El grito de Himari ayudó a Akane a volver a la realidad, al darse cuenta de que el pilaf que tenía en la sartén empezaba a arder. Rápidamente, le echó agua del grifo, mientras un humo negro salía de la comida quemada. El humo alcanzó incluso a algunos de los clientes que estaban cerca de la cocina, que empezaron a toser. Presa del pánico, Akane miró a Saito, que volvía a mirarla fijamente. Sin embargo, él apartó inmediatamente la mirada. Cuando aún vivían juntos, habría corrido a ayudarla de inmediato.

—— ¿Por qué…?

A pesar de estar tan cerca, se sentían más lejos que nunca. Incapaz de asimilar esta distancia, Akane se mordió el labio.

☆☆☆

Saito había estado pasando por el café con la esperanza de encontrar una oportunidad para hablar con Akane, pero, una vez más, sólo se encontró mirando por la ventana, suspirando para sí mismo, mientras el sol comenzaba a ponerse. Akane terminó de cocinar todos los pedidos y luego habló con Himari y los demás clientes habituales. Ya fuera aquí o en la escuela, Saito no encontró ningún hueco para acercarse a ella. Su mundo ya existía en perfecto equilibrio, sin necesidad de él. Era como si la puerta frente a él estuviera cerrada para siempre.

Comprobando la hora en su smartphone, ya era casi la hora de cierre de la cafetería. Cuanto más tardara, menos tiempo tendrían. Si se graduaban así, perderían su última conexión de ser compañeros de clase y se convertirían en extraños al azar. Y mucho menos hablarían, no volverían a verse ni a cruzarse en la ciudad. Akane se olvidaría de él, mientras Saito seguiría viviendo, incapaz de olvidarla a ella. Y eso… él no podía aceptarlo. Tenía que recuperarla. Porque, por primera vez en su vida, quería estar con alguien.

— ¡Akane! – Saito se levantó de su silla.

Los demás clientes murmuraban entre dientes, e incluso Akane lo miró sorprendida. Saito se dio cuenta de que tal vez había precipitado demasiado las cosas, pero, si se detenía ahora, probablemente no sería capaz de empezar a moverse nunca más. Por lo tanto, siguió avanzando hacia Akane, la agarró de la mano y la sacó del mostrador.

— H-Hola, ¿Saito? ¿Qué está pasando? ¿De qué va esto? – Akane estaba desconcertada, mientras Maho la empujaba hacia él.

— Sólo ve con él, Onee-chan. ¡Yo me encargaré del resto aquí!

Saito miró a Maho, quien le guiñó un ojo. Había gente apoyándolo. Sólo eso le dio a Saito la fuerza suficiente para llevarse a Akane con él fuera de la cafetería. Mientras el sol poniente se ocultaba sobre ellos, arrastró a Akane tras él y bajó por la carretera. Ni siquiera él sabía lo que estaba haciendo o cuál era el plan. Tal vez, Akane podría enfadarse con él. Sin embargo, no podía detenerse aquí. No importaba lo antiestético o patético que actuara, no podía ignorar este sentimiento dentro de él.

Y, entonces, sintió que Akane le devolvía el apretón en la mano. A pesar de que su mano era pequeña y frágil, era una sensación clara y tranquilizadora. Sólo eso hizo que su cuerpo ardiera, mientras reforzaba el agarre de su mano, asegurándose de que no se separarían. Así, Saito continuó corriendo. Tan rápido como podía. De todo lo que pudiera intentar arrebatarle a Akane. Para escapar del pasado. A un mundo donde sólo ellos dos existieran. Donde sólo ellos dos pudieran estar el uno con el otro. Finalmente, cayeron al suelo, completamente sin aliento. Habían llegado a un puerto desconocido. Saito sintió el frío asfalto del muelle, presionándole la espalda, mientras miraba al cielo. El sol era tan brillante y rojo que apenas podía mantener los ojos abiertos.

— ¿Por qué empezaste a correr así? Me tomaste totalmente desprevenida.

— ¿Lo odiaste?

— La verdad es que no. Fue una estupidez.

— Sí, fue una estupidez.

Los dos se miraron y rieron. Akane ni siquiera intentó levantarse, ya que sólo respiraba entrecortadamente, con el pecho moviéndose arriba y abajo. Las yemas de sus dedos seguían tocándose, pero ninguno de los dos tenía fuerzas para moverse. Lo primero que Saito recordaba era que trabajaban juntos para comprar todos los artículos en oferta en el supermercado, justo cuando empezaron a vivir juntos. También sufrieron la derrota de todas las amas de casa y cayeron así al suelo. Sin embargo, un suceso tan ridículo ahora era otro recuerdo precioso para ellos. Y, la razón por la que Saito se volvió tan idiota fue por esta chica. Nunca se hubiera imaginado hacer algo tan irracional.

— Pero si querías ver el mar, podías haberlo dicho, ¿no? – Akane se levantó y se quitó la suciedad de la falda.

— No he venido hasta aquí para mirar el mar. Quería hablar contigo.

— ¿No podías haberlo hecho en el café…?

— No es tan sencillo.

Saito se levantó y miró a Akane a los ojos. Respiró hondo, intentando calmar los latidos de su corazón. Enrolló la mano para evitar que le temblaran los dedos. Una inmensa presión le martilleó el pecho, mientras forzaba una voz a salir de su garganta.

— ¿No… volverás?

— ¿Eh…? – Los ojos de Akane se abrieron completamente.

Como si no pudiera creer lo que acababa de oír. Saito sabía lo egoísta que era ese deseo. Akane debería ser la que decidiera cómo iría su vida, y Saito no tenía derecho a interferir. Más, sin embargo, no podía importarle. Aunque Akane sintiera algo por otra persona, ¿y qué? Un sudor frío apareció por cada poro de su cuerpo, y se sintió mareado hasta el punto de que podría desmayarse. Su vista se nubló y empezó a temblar. Los oídos le pitaban dolorosamente fuerte. Tenía miedo de que le apartase la mano. Miedo a ser alejado. Miedo a que lo negasen. Pero, aun así, extendió la mano—— con su propia voluntad. El genio que lo tenía todo en la palma de la mano temblaba ahora en una mezcla de vergüenza y tensión.

— Te necesito.

☆☆☆

Una vez más, Saito se sentó solo en su casa. Después de lo sucedido, Akane ni siquiera le dio una respuesta y simplemente huyó, dejando a Saito atrás, en el puerto. El puro shock de eso lo dejó sin dormir por la noche.

—— ¿Me… ha rechazado…?

Sentado en el sofá del salón, Saito se agarraba la cabeza con incredulidad. Ni siquiera fue que se confesase, pero ella seguía rechazándolo de alguna manera. Ni siquiera en la escuela le hablaba, y mucho menos lo miraba. Todo lo que podía recordar era el recuerdo de sus padres dejándolo atrás, mientras golpeaba la mesa con el puño.

— Vete… vete ya…

Sin embargo, por mucho que se esforzara en ello, el recuerdo permanecía en su mente. El dolor relacionado con él seguía asaltando su pecho una y otra vez. Y, entonces, de repente, oyó el timbre de la puerta. Quizá por fin se había vuelto loco. Aturdido por el deseo de que Akane volviera a casa, ahora sólo creaba ese sonido en su mente. Se rio de sí mismo y se dirigió a la puerta principal. Pero, cuando la abrió… ella sí que estaba allí. Guardaba tras ella la misma maleta que utilizó el día en que se marchó, con la cara tan roja como una fresa madura. No era una alucinación, ni una ilusión, ni nada por el estilo. Con sus propios ojos, Saito vio a Akane allí, de pie. Con un movimiento tembloroso, ella extendió la mano hacia Saito.

– …He vuelto.

Saito no dudó en agarrarle la mano.


Notas del Capítulo:

[1] Svartalheimer/ Desde un punto de vista psicológico-moral, el pesimismo es una disposición anímica o un estado de ánimo en virtud de los cuales el sujeto percibe sub ratione mali (bajo la razón de mal) todos los fenómenos que le rodean. Dentro de la Psicología pura y más en concreto de la Psiquiatría, el pesimismo y la tristeza que le está aparejada son algunas de las manifestaciones o síntomas más habituales de la enfermedad de la depresión exógena o endógena o de la distimia. Los pesimistas, sin embargo, a menudo pueden proporcionar argumentos que sugieren que su comprensión de la realidad está justificada; como en el realismo depresivo o (realismo pesimista).

[2] Svartalheimer/ Pilaf, pulaw o pulau es un modo tradicional de cocinar el arroz, con hortalizas, carne de borrego o res, pollo o a veces pescado, y con condimentos picantes. Se consume habitualmente acompañado de té (Imagen).